Por Óscar Andrade, hijo del histórico entrenador que hace cincuenta años nos llevó a Copa Libertadores de América producto de un Vicecampeonato en Primera División.
Fue el 11 de enero de 1970 luego de empatar contra Unión Española a dos tantos en el estadio Nacional.
Extraído de las redes sociales del exitoso cantautor internacional, les dejamos sus reflexiones
Mi padre, Oscar Andrade Reveco, clasificaba con Rangers de Talca a la Copa Libertadores de America.
Todo comenzó en 1968 cuando Rangers llamó a mi padre para que lo salvara del descenso y quedaban solamente 6 o 5 fechas para el término del campeonato. Y recién asumido como el entrenador del club, le correspondió ir a jugar contra Unión La Calera en La Calera, partido al que asistimos mi madre y yo.
No pasaron más de 10 minutos y vino el primer gol en contra de Rangers. Y mientras yo jugaba desenchufado del partido, solo levanté la vista con el griterío del gol para decir:
-Y viene el segundoooo!!!
Y vino el segundo.
-Y viene el tercerooooo!!!!
Y vino el tercero…
Y así sucesivamente, anticipé uno a uno los goles en contra mientras jugaba entre las gradas ante la angustia y el notorio desagrado de mi madre y algunos hinchas del Rangers que de no ser hijo del entrenador del club, me habrían sacado a patadas en el poto por hincha!… pero por hinchapelotas!!!
Hasta que terminó el partido con un rotundo e inapelable 7 a 0 en contra de Rangers, y mi padre.
Al poco rato… pero por supuesto que me encontraba en el camarín mirándole curioso las caras a los derrotados!.. No faltaba mas!… Luego, los jugadores se fueron yendo en silencio hacia el bus que los regresaría a Talca.
Mi padre, viejo zorro del fútbol y sus mañas, no le cabía en la cabeza que a ese equipo lleno de viejas glorias del fútbol chileno, le hicieran así tan fácilmente 7 goles!!!… Ni aunque tuvieran 80 años!.. decía. A esos no!…
Por lo que cuando el bus ya tenía su pasaje completo y esperaba la orden de mi padre para volver a Talca, me dijo:
-Acompáñeme.
Y llegamos al bus en donde al lado del chofer, observé una escena que sé que nunca más veré repetirse en ningún otro entrenador de fútbol: Cuando mi padre se paró al medio del pasillo y con su ronca y potente voz le dijo a todo el plantel:
-”Caballeros!… Desde este momento ustedes son jugadores libres, pues ya no pertenecen al Club Social de Deportes Rangers de Talca.
Les deseo mucha suerte en vuestras vidas. Adiós!”.
Todavía recuerdo las caras, los ojos vidriosos y el hielo mortal que provocaron las duras palabras de mi padre en los curtidos jugadores de esa trágica planilla, sin que nadie dijera ni pío!
Mi padre no estaba equivocado en sus sospechas. Nada más digo…
Y salvó a Rangers del descenso con reservas y algunos juveniles.
En el verano del 69′, acompañé a mi padre por casi todas las canchas de la región para ver partidos de clubes de barrios, de huasos y de universitarios, buscando refuerzos y sangre nueva para un plantel que formó con excelentes contrataciones de jugadores que por si mismos no habían tenido mayor connotación en sus carreras. Pero que juntos fueron dinamita!
Rangers de Talca del 69′, fue un equipo de hombres carismáticos, unido por el compañerismo, la amistad y el deseo de hacer historia.
Hicieron sahumerio por todo el Estadio Fiscal y una manda a la Virgen del Cerro que cumplieron felices terminado el campeonato. Mi padre pegó lienzos de cartulina a principios de la temporada escritos con su hermosa letra en todo el camarín, llenos de valores positivos que unieron y motivaron al equipo que finalmente logró una hazaña insuperable hasta el día de hoy en un club de 118 años de existencia, con un plantel modesto de provincia, cuyos nombres ni siquiera ubicaban los relatores de Santiago, pero de un tremendo corazón, orgullo y pasión por el fútbol.
Grande Rangers de Talca!
Grande mi viejo querido